Encuentros Moondígenas: Descubriendo Corea del Sur con el Corazón
Hoy empiezo con un recuerdos de Corea del Sur.
Verano de 2019.
Fui a Corea del Sur. Era mi primera vez fuera de Europa y, la verdad, no tenía ni idea de qué esperar de este país.
¿Primeras impresiones?
- Comida hiperpicante (pero buenísima).
- Me enamoré de los mercados.
- También me enamoré de cada papelería o tienda de arte que se cruzaba en mi camino.
La gente es amable.
Sí, muy amable. Puede que no hablen inglés, pero lo intentan —y lo intentan con ganas—.
Algunas de las situaciones más graciosas y entrañables de comunicación no verbal me pasaron allí.
🚌 EL AUTOBÚS A ANDONG
Íbamos camino a Andong, un pueblo tradicional.
Salimos corriendo para alcanzar el último autobús, pero… lo perdimos.
Un conductor nos vio exhaustos, sudando, después de correr desesperadamente.
Nos hizo señales para que le siguiéramos y lo vi llamando por teléfono. No entendía ni una palabra, pero lo capté: estaba llamando al conductor del autobús que acabábamos de perder.
Corrimos hasta un semáforo. Y allí estaba: el autobús, esperándonos.
En ese momento pensé: así debería funcionar el mundo.
Personas ayudando a personas —sin importar el horario, las normas o las barreras del idioma—.
Que al final… ¿no son todo eso nuestros propios inventos que en ocasiones resulta absurdos?
🍲 DESCIFRANDO UN MENÚ EN BUSAN
Acabábamos de llegar a Busan. Muertos de hambre.
Encontramos por fin un pequeño restaurante de marisco, cuya dueña era una señora mayor.
¿El menú? Totalmente ilegible para nosotros. Y ella no hablaba ni una palabra de inglés.
Nos sentamos. Nos trajo un aperitivo —aún no sé qué era, pero… definitivamente eran bichos crujientes—
Nos vio la cara, se rió, y se los llevó.
Intentamos pedir sopa de pulpo para dos, pero no estábamos muy seguros de si nos habíamos explicado bien. Así que me acerqué a ella e hice otro intento.
Más risas —la conversación no iba a ningún lado—.
Entonces vi un papel y le pedí con gestos si podía usar un boli. Tras unos cuantos dibujos de palitos y números, nos entendimos —¡y hasta ella respondió con más dibujos!—
¿La alegría en nuestras caras? Increible.
Ese momento hizo toda la cena. Quizá por eso supo aún mejor.
Una cosa que noté en Corea es que la gente de verdad intenta hablar contigo, aunque sepan que no les vas a entender. Eso generó un montón de lenguaje de signos improvisado —y, sinceramente, interacciones muy adorables—.
🌊 LAS OLAS
Otra historia de parada de bus.
Estábamos esperando el autobús en un pueblo pequeño cuando un hombre mayor se me acercó. Empezó a hablar, suponiendo que yo entendía —pero no era el caso—.
Al ver mi cara de confusión con sonrisa, cambió a gestos.
Señaló un autobús, luego movió los brazos como si fueran olas del mar. Lo entendí: quería decirme que si cogíamos ese autobús, llegaríamos a una playa.
Se me derritió el corazón.
Aunque no tuviera palabras, quiso ayudar —darme un pequeño consejo sobre algo bonito—.
Ese momento se me quedó grabado.
🐟 REGATEO Y BANQUETE EN EL MERCADO DE PESCADO
De vuelta en Busan, teníamos que probar pescado fresco del mercado local. Y, otra vez, el idioma fue un reto.
Después de dar unas vueltas, encontramos un puesto con pescado que nos gustaba. Tocaba negociar el precio. Pero no había forma de entendernos solo con una calculadora y gestos.
Entonces, el vendedor hizo una señal con la mano —y lo pillé—.
¡Quería jugar a piedra, papel o tijera! Quien ganara, elegía el precio.
Así que ahí estaba yo, jugando a piedra, papel o tijera por un buen pescado. Perdí… pero el hombre, de buena fe, decidió dármelo al precio que yo había dicho.
Subimos el pescado a una cocinita arriba, donde nos sentamos a esperar mientras lo preparaban.
Cuando pensábamos que ya habíamos terminado de comer, la señora se acercó riéndose. Señaló las mejillas, los ojos… luego cogió el pescado y, con palillos y sus propias manos, empezó a sacar carne de partes que ni sabía que tenían.
¿Qué me llevé de todo esto (aparte de un duelo épico de piedra, papel o tijera)?
Simplemente esto: los coreanos aman la comida —y saben cómo disfrutarla de verdad—.
Gracias a esa señora, desde entonces no he vuelto a dejar ni un trocito de pescado sin aprovechar.
❤️ Conclusión: Lo que Corea del Sur me recordó
Hoy en día, vamos por la vida pegados al móvil, evitando el contacto visual, con ansiedad ante cualquier interacción. Ayudar a los demás parece un instinto olvidado.
¿En qué nos estamos convirtiendo?
Yo crecí con el "compartir es cuidar".
Pero últimamente, parece que el autocuidado se ha confundido con autoaislamiento o egoísmo.
No sé muy bien hacia dónde vamos, pero sí sé esto:
La mayoría de las personas tienen bondad dentro —y están dispuestas a compartirla.
Gracias, Corea del Sur, por abrirme tu corazón.
Estoy bastante segura de que eso ayudó a abrir un poquito más el mío también.


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